Patir como filosofía de vida

Patir como filosofía de vida

miércoles, 25 de febrero de 2015

#Microcuento5

El primer día crearon las conversaciones sin límites; el segundo las miradas de complicidad; el tercero los abrazos de corazón a corazón; el cuarto las caricias del alma; el quinto los secretos de alcoba; el sexto los días futuros con aires de presente. Y el séptimo... descansaron. Y esta es la verdadera aunque olvidada historia de la Creación. 


martes, 13 de enero de 2015

Amontxu

Era su primer día de su nueva vida. Estaba realmente nerviosa, ¡ya ves! A su edad y con los nervios a flor de piel. Pero era algo nuevo para ella, algo que nunca antes había hecho, y quería hacerlo bien. Qué digo, quería hacerlo perfecto, fenomenal, y así no defraudar a nadie. Llegó de las primeras, con una falda oscura, y uno de los últimos sueters que se había comprado. Ya no iba toda de negro, empezaba a dejar asomar algún color, algún vergonzoso compañero de la paleta de colores se intuía en su nueva ropa. Le había costado mucho dejar el negro. Ese negro le representaba, a él, a su marido, ya fallecido, demasiado pronto marchado, ese hombre del que nunca se confesó enamorada, pero en el que nunca había dejado de pensar. Ese hombre, que la hizo FELIZ, enormemente feliz, y que le dio lo más grande que había tenido nunca: una hija (¡por fin!, con lo que había soñado ella) De grandes ojos azules, y un hablar tembloroso, que costó madurar como si de un vino reserva se tratase. Y al poco llegó un precioso hijo (la parejita). Pero el tiempo lo cura todo, y así, después de tantos días sin fin, consiguió dejar paso a algunos colores. Hoy se había puesto el que sus nietas le recomendaran un día. Un jersey burdeos. Y llevaba consigo su secreto, guardado como siempre en el lugar donde sólo su marido había mirado, y de donde dio de comer a sus dos pequeños tesoros. No era otra cosa mas que un pañuelo de tela siempre acompañándola, en el que guardaba celosamente la llave de su casa. No sabía porqué la guardaba, ya que nunca más volvería a ella. Pero era su manera de recordar lo que había sido su vida antes, los secretos que encerraba esa casa, los recuerdos que pintaban las paredes de su cocina. 
Y así, nerviosa, removiendo sus arrugadas manos, sus sabias manos, esperó hasta que llegaron el resto. ¡Son todos unos viejos! Pensó ella, a sus lozanos 92 años. Con una puntualidad que rayaba la excentricidad, apareció ella, su nueva jefa. Una mujer menuda, aun con porte elegante, de cara bondadosa, con una mirada que atravesaba paredes, corazas y miedos para llegar a tu simple Yo; una mujer que desprendía entrañabilidad y ganas de achuchar. Les saludó a cada uno con su nombre, preguntando por sus seres queridos como sólo un verdadero amigo hace, y les contó su cometido. A partir de ahora harían uno de los trabajos más importantes del mundo, una misión esencial, una labor que requería de mimo, cuidado, delicadeza, amor. Ellos y ellas se encargarían de ser la sensación de calor que te acuna cuando te acercas a la chimenea de tus abuelos; serían ese efecto reconstituyente, placentero y gozoso del primer bocado del mejor plato de comida de tu abuela; serían esa evocación a un pasado próximo, a unos recuerdos de felicidad infantil que sólo el olor a tus abuelos es capaz de conseguir; se iban a convertir en esa corazonada de que todo va a ir bien que sólo el abrazo de tu abuela te puede provocar. Ellos y ellas, todos los abuelos y abuelas, yayos y yayas, abus, nanas, tatas... iban a tener, tras su muerte, el placer, la responsabilidad y la satisfacción de convertirse en todos esos sentimientos que sólo ellos y ellas en vida son capaces de despertarnos. Y así, ella, nuestra lozana protagonista de 92 años, decidió convertirse en la magia de los cuentos narrados a sus 6 nietos.


martes, 6 de enero de 2015

Deseos, regalos

Eran grandes amigos, confidentes, motores intelectuales entre ellos, compañeros de viajes y los más críticos entre ellos, obligándose a avanzar. Sus cuerpos se leían a la perfección, entendiéndose y sabiéndose leer entre lineas. Todo esto cabía en dos meras palabras, en dos sencillas palabras: amantes ocasionales. Sólo ellos lo entendían, sin hablárselo, sin explicarlo. Nada más importaba. La Moleskine y el Pilot vivieron su amor a su modo, felices a veces, doloroso otros, pero sin etiquetas exteriores, sin importarles sus antagónicos orígenes, sin que miradas externas pervirtieran lo que ellos se habían creado. Amantes ocasionales, amor sincero, amor imposible.

sábado, 3 de enero de 2015

¿Y esto porqué?

Quiero contar la vida, quiero vivir contando.

Últimamente me he sorprendido a mí misma pensando cuentos, tejiendo palabras, pintando paisajes y saboreando ideas. Porque desde pequeña las palabras me han parecido puertas mágicas que nos abren a nuevas realidades. Porque mi abuela era capaz de contarnos el mismo cuento de miles de maneras diferentes. Algunas veces los tigres corrían tan rápidamente que se hacían mantequilla en un tris, otras quizás era la insistencia la que les hacía desfallecer en un estado gelatinoso, o quién sabe, quizás su transformación era causada por su maldad... De un único pequeño cuento ella conseguía crear diferentes historias. Porque eso dio paso a un amor sincero y total por los libros, alimentado por la atención dedicada de una madre que me animaba a adentrarme en lámparas mágicas, e historias de vida de perros urbanitas. Porque los cuentos, las historias, los mitos han ido forjando quién soy, desde un pasado lejano que siento como propio. Porque las palabras me han dado la posibilidad de vivir en la Utopía, en ese no lugar, donde soy yo de la forma más realmente imposible, dejándome llevar, sentir y ser por otras realidades, para acabar descubriéndome. Porque el poder de las palabras es ilimitado, es maravilloso, y está al alcance de todos y cada una de nosotras. 
Por todas estas razones sintientes (al más puro estilo zubiriano) llega ahora este Blog. No hay detrás de él más pretensión que ser un punto de encuentro, entre alguna cosa que escribo y yo misma, y si de paso, alguien más quiere entrar, la puerta está siempre abierta, y el corazón agradecido por tan gratas visitas. 

Encuentros

Lalo, así se llamaba. Me enamoré de él nada más verle, al instante y hasta el tuétano. Fue en casa de María, en la cena de despedida que organizó. De repente, a horas intempestivas y con una cerveza en la mano y demasiadas en su estómago, apareció él con una semisonrisa en sus ojos, con su porte elegante y señorial. Por alguna extraña razón, el azar jugó a los dados ese día conmigo, y dejó una silla libre a mi lado en ese preciso momento. Mis ojos se emborracharon con su belleza, mis oídos quedaron aturdidos con sus palabras y mis manos rebosaban con el contacto de su piel.
Desde esa primera noche fuimos inseparables, se convirtió en mi guardaespaldas, en mi príncipe azul. Me enseñó mucho, ya que él era doctor adjunto en la Universidad, y yo ni si quiera había llegado a graduarme. ¡Y menos mal! Porque cuando salíamos con sus amigos no conseguía acertar con lo que hablaban, y esta ignorancia mía le dejaba en muy mal lugar.
Todos los días me recogía en el trabajo, para irnos directamente a su casa, ya que la mía parecía un cuchitril a lado de la suya. Aunque pronto la dejé, ya que así, viviendo en su casa, podía cuidarle, podía mirarle, podríamos ser felices. Lo único malo es que estaba lejos de mi trabajo y mis amigos, pero tampoco pasó nada, ya que el trabajo lo dejé, tampoco era buena en él. Y de mis amigos Pedro y Manolo....bueno, fue realmente lo mejor, ya que Lalo me ayudó a ver que ellos me miraban demasiado. Aunque también era normal ¡menudo culo estaba echando! Él me ayudó a darme cuenta de ello y me insistió para que me pusiera a régimen.
Y así pasó el tiempo, en su casa, donde día a día me pude dedicar a cocinarle, a limpiarle la casa, esperando a que llegara por la noche a mi lado.

Esta preciosa historia de amor se acabó de sopetón......o mejor dicho, por el bofetón, por las patadas, por los insultos, por las visitas al servicio de urgencias, por ese instante en el que miré a la muerte a los ojos. Lalo no era mi guardaespaldas, era mi sombra. Lalo no me regalaba una casa mejor, me encerró en su cárcel. Lalo no me ayudó a estar más sana, me vejó y menospreció. Lalo era un maltratador.


Este futuro fue el que vislumbré, el que leí, esa primera noche en casa de María, en sus miradas de desprecio, en sus palabras de burla, en sus actitudes agresivas, en sus formas machistas.......y así, esa primera noche me fui valiente, independiente, feliz, orgullosa, hermosa y poderosa a mi casa, a mi vida, siendo Yo. 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Asuntos Familiares



Sabía que iba a ser una comida larga, muy larga..., que tendría que aguantar los comentarios de siempre, las miradas compasivas de sus parientes, las preguntas impertinentes sobre su soltería hechas con malicia mal disimulada... Pero por encima de todo, como si de una punta de lanza guerrera se tratase, la eterna comparación con su hermana gemela. ¿A caso la gente no se daba cuenta de que todas las diferencias que las unían, sin importancia algunas y antagónicas las otras, no eran más que los dos lados de una misma moneda? ¿Por qué se empeñaban en medir sus hazañas, sus valores, su día a día a través del prisma de su hermana?
Pero se trataba de una promesa que hiciera a su abuela, el acudir por lo menos una vez al año a esos encuentros (o quizás cabría decir mejor que des-encuentros) familiares.

Y así, con un sonoro suspiro y poniendo su mejor cara de poker, llamó a la puerta. Sin a penas tiempo para recolocar su nueva capa (comprada expresamente para la ocasión), la cara bondadosa y llena de vida de su hermana apareció tras la puerta. La recibió con un cálido abrazo, como esos primeros rayos de sol de la mañana, mientras le embriagaba con una fragancia de mil capullos de flores acariciados con el primer rocío. La Primavera, su hermana, se fue rápidamente a anunciar su llegada, mientras ella dejaba la guadaña apoyada en el quicio de la puerta. 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Despedida

Es en este momento en el que echo mi mirada atrás, para ver qué ha sido mi vida, qué he hecho de ella, qué debería haber hecho, y qué no...Porqué he llegado hasta aquí así...En poco tiempo todo se ha acelerado rápidamente, como si fuese un coche sin frenos precipitándome inexorablemente a la muerte...Siento que me han robado la vida, ¡mi vida!, sin ninguna explicación, sin ninguna razón... Mis días se han agotado, me siento caer, sin poder gritar, sin ser escuchado. No quería que todo terminara, no quería morir. Me gustaba vivir, me gustaba mi vida, aun con los malos días, con los desamores, las tinieblas... Y ahora que todo ha acabado puedo decir sin avergonzarme, sin sentirme pedante o drogado por un extraño efluvio vital, ¡sí, he sido feliz!. En mi corta vida, he intentado ser bueno, hacerme amigo de mis vecinos y vecinas, querer y hacerme querer. Alguna vez lo conseguí...¡Oh, esos ojos! Aún hoy recuerdo el brillo que desprendían, la sonrisa que se dibujaba en ese iris... y al hacerlo se me eriza la piel, como aquél primer día, y un escalofrío recorre mi espalda. Ella fue la primera que me quiso, que creyó en mí...Pero luego hubieron otras...y qué demonios, ya no me queda nada por perder, también hubieron otros...¡Qué más da uno u otras! Nos entendíamos, nos apreciábamos, nos valorábamos...aprendimos a encontrarnos y a querernos. Aquí os dejo estas últimas palabras. No se si llegarán a tener sentido para alguien, o son simplemente los últimos recuerdos tenebrosos, nebulosos e inconexos de lo que una vez fui. Estas palabras no son para que lloréis por mí, si no para que me invoquéis cual ave fénix, para serviros de faro en una nocturna tempestad, para desmontar la falacia de mi natural existencia, para que recordéis que una vez fui y estuve, para que me restituyáis. Son por vosotros, para vosotras.
Por cierto, quizás debí aclararlo antes, yo no fui hombre ni mujer, yo os pertenecí, yo fui vuestra lucha, vuestro slogan, vuestra victoria. Pero me violaron, me maltrataron, me sepultaron y acabaron con mi vida. Yo fui el derecho a la Protesta.