Patir como filosofía de vida

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miércoles, 29 de octubre de 2014

El espejo


Paseando callada por la calle, casi de puntillas, sin ver ni ser vista por nadie, de repente le sobresaltó un ruido, una exclamación, que supo al instante que era para ella. En el suelo habían abandonado un espejo, grande, muy grande, roto por las esquinas, y cascarillado tras miles de historias de alcoba, y cansado de cientos de reflejos:
  • ¡Eh!, aquí, ¡llévame!

Sin pensarlo ni un instante se lo llevó, al espejo y a la misteriosa voz que de él emanaba. Y nada más llegar a casa, al apoyarlo sobre el suelo pisado mil veces, tuvo un momento de iluminación. No sabemos si mística, emocional, intelectual...pero sí radical. Arrancó llena de rabia todos y cada uno de los posters que decoraban y empapelaban las paredes de su habitación. Los arrojó furiosa al suelo, de donde nunca más volverían a ser levantados, pasando a formar parte del suelo pisoteado y ninguneado. Y en esas nunca vistas paredes blancas, impolutas, virginales, colgó el enorme y descascarillado espejo.

Y así, sin saberlo, y casi sin apreciarlo, maduró, y en el espejo pudo escuchar por primera vez su propia voz, desnuda, sin prejuicos, vacío de modelos impuestos, libre de ser, libre de gritar.

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