El gallato decidió hacerse
cocinero profesional. Iba a dejar por fin esa pesada vida sujetando a
los viejecitos temblorosos, acompañándoles en sus inseguros pasos.
- ¡De-construiré la tortilla de patatas, haré espumas de pepino a la emulsión de romero!! Gritó a los cuatro vientos.
Y con paso ligero, por primera
vez en su larga vida, salió de la residencia de ancianos, sin más
maleta que sus sueños.
Y desde ese día, los abuelitos y
abuelitas de la residencia han tenido que volver a andar erguidos,
mirando a la vida a los ojos, retando a la muerte a un paso más.
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