Patir como filosofía de vida

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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Asuntos Familiares



Sabía que iba a ser una comida larga, muy larga..., que tendría que aguantar los comentarios de siempre, las miradas compasivas de sus parientes, las preguntas impertinentes sobre su soltería hechas con malicia mal disimulada... Pero por encima de todo, como si de una punta de lanza guerrera se tratase, la eterna comparación con su hermana gemela. ¿A caso la gente no se daba cuenta de que todas las diferencias que las unían, sin importancia algunas y antagónicas las otras, no eran más que los dos lados de una misma moneda? ¿Por qué se empeñaban en medir sus hazañas, sus valores, su día a día a través del prisma de su hermana?
Pero se trataba de una promesa que hiciera a su abuela, el acudir por lo menos una vez al año a esos encuentros (o quizás cabría decir mejor que des-encuentros) familiares.

Y así, con un sonoro suspiro y poniendo su mejor cara de poker, llamó a la puerta. Sin a penas tiempo para recolocar su nueva capa (comprada expresamente para la ocasión), la cara bondadosa y llena de vida de su hermana apareció tras la puerta. La recibió con un cálido abrazo, como esos primeros rayos de sol de la mañana, mientras le embriagaba con una fragancia de mil capullos de flores acariciados con el primer rocío. La Primavera, su hermana, se fue rápidamente a anunciar su llegada, mientras ella dejaba la guadaña apoyada en el quicio de la puerta. 

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