Lalo,
así se llamaba. Me enamoré de él nada más verle, al instante y
hasta el tuétano. Fue en casa de María, en la cena de despedida que
organizó. De repente, a horas intempestivas y con una cerveza en la
mano y demasiadas en su estómago, apareció él con una semisonrisa
en sus ojos, con su porte elegante y señorial. Por alguna extraña
razón, el azar jugó a los dados ese día conmigo, y dejó una silla
libre a mi lado en ese preciso momento. Mis ojos se emborracharon con
su belleza, mis oídos quedaron aturdidos con sus palabras y mis
manos rebosaban con el contacto de su piel.
Desde
esa primera noche fuimos inseparables, se convirtió en mi
guardaespaldas, en mi príncipe azul. Me enseñó mucho, ya que él
era doctor adjunto en la Universidad, y yo ni si quiera había
llegado a graduarme. ¡Y menos mal! Porque cuando salíamos con sus
amigos no conseguía acertar con lo que hablaban, y esta ignorancia
mía le dejaba en muy mal lugar.
Todos
los días me recogía en el trabajo, para irnos directamente a su
casa, ya que la mía parecía un cuchitril a lado de la suya. Aunque
pronto la dejé, ya que así, viviendo en su casa, podía cuidarle,
podía mirarle, podríamos ser felices. Lo único malo es que estaba
lejos de mi trabajo y mis amigos, pero tampoco pasó nada, ya que el
trabajo lo dejé, tampoco era buena en él. Y de mis amigos Pedro y
Manolo....bueno, fue realmente lo mejor, ya que Lalo me ayudó a ver
que ellos me miraban demasiado. Aunque también era normal ¡menudo
culo estaba echando! Él me ayudó a darme cuenta de ello y me
insistió para que me pusiera a régimen.
Y
así pasó el tiempo, en su casa, donde día a día me pude dedicar a
cocinarle, a limpiarle la casa, esperando a que llegara por la noche
a mi lado.
Esta
preciosa historia de amor se acabó de sopetón......o mejor dicho,
por el bofetón, por las patadas, por los insultos, por las visitas
al servicio de urgencias, por ese instante en el que miré a la
muerte a los ojos. Lalo no era mi guardaespaldas, era mi sombra.
Lalo no me regalaba una casa mejor, me encerró en su cárcel. Lalo
no me ayudó a estar más sana, me vejó y menospreció. Lalo era un
maltratador.
Este
futuro fue el que vislumbré, el que leí, esa primera noche en casa
de María, en sus miradas de desprecio, en sus palabras de burla, en
sus actitudes agresivas, en sus formas machistas.......y así, esa
primera noche me fui valiente, independiente, feliz, orgullosa,
hermosa y poderosa a mi casa, a mi vida, siendo Yo.
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