Eran grandes amigos, confidentes, motores intelectuales entre ellos, compañeros de viajes y los más críticos entre ellos, obligándose a avanzar. Sus cuerpos se leían a la perfección, entendiéndose y sabiéndose leer entre lineas. Todo esto cabía en dos meras palabras, en dos sencillas palabras: amantes ocasionales. Sólo ellos lo entendían, sin hablárselo, sin explicarlo. Nada más importaba. La Moleskine y el Pilot vivieron su amor a su modo, felices a veces, doloroso otros, pero sin etiquetas exteriores, sin importarles sus antagónicos orígenes, sin que miradas externas pervirtieran lo que ellos se habían creado. Amantes ocasionales, amor sincero, amor imposible.
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